sábado, 18 de enero de 2020

Formación docente ininterrumpida

          Nadie discutiría que es lo mismo "gustar de la literatura" a "gustar de enseñar literatura". Para el primer gustar se precisa simplemente ser un buen lector. Con buen lector me refiero a leer y releer, comentar y subrayar, buscar y conseguir títulos inéditos, y llegar a conocer estilos y géneros por medio de la lectura profunda y variada,etc. Para el segundo gustar, se precisa ser un buen lector y saber estar frente a estudiantes, buscar formas amables de arrimarlos a la lectura de ficción o bien hacer innumerables intentos (malabares) para que sientan algo conocido como goce estético. Los objetivos o intenciones pueden variar de acuerdo al sujeto que cumple el rol de maestro, pero no existe una cualidad que sea suficiente. Si suponemos presentarnos como ejemplos a seguir, o exigimos grandes críticos literarios, lectores apasionados y participativos, quienes estamos frente a la clase TAMBIÉN ESTAMOS OBLIGADOS A SERLO. Es decir, tenemos que dedicarnos a leer mucho y variado, revisar lo antiguo, acercarnos a lo nuevo, y llevarlo al aula para compartir, y compartir esa misma práctica que procuramos enseñar. Algo así como ser consecuente con lo que predicamos. 

          Puede que todo lo anterior suene a consejo ingenuo o prédica anodina, pero he comprobado que funciona. Asumirnos como sujetos en formación continua no es una moda, es la manera más amable de generar un verdadero intercambio en el aula. 
           Nosotros, los docentes ¿Con qué frecuencia escribimos cuentos? ¿Logramos un relato extenso? ¿Practicamos escritura de ficción? ¿Leemos la literatura de ficción que pretendemos que nuestros alumnos produzcan? ¿Conocemos de técnicas narrativas? ¿Armamos un corpus de relatos donde se apliquen/destaquen recursos narrativos que puedan tomar los estudiantes a la hora de escribir su cuento?
Lo primero que tenemos que pensar es qué importancia le damos nosotros a la lectura ¿Proponemos diversidad de textos? ¿Sugerimos una única forma de leer? ¿Le leemos a nuestro curso? ¿Los invitamos a realizar comentarios sobre lo que leen?
Con respecto a la escritura ¿Escribimos nosotros los textos que exigimos a nuestros estudiantes? ¿Escribimos a la par de ellos para –entre todos- ir sorteando dificultades, celebrando aciertos y generando sorpresas? Además de acercar textos que nutran la experiencia como lectores (y escritores en ciernes), podemos acercarlos a nuestro propio ejercicio de escritores/”correctores”. La tarea compartida genera una situación de paridad: la consigna es nueva para todos, a todos nos cuesta empezar, todos nos esforzamos (incluso el maestro) por hacer algo que nos deje contentos, al finalizar leemos las producciones.
Prueben ser un reflejo de lo que propugnan. No falla, o al menos hace el día a día (en las aulas) más amigo, más comunitario, más rico.



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