domingo, 4 de octubre de 2020

“Mi hijo de siete años lee trabado ¿Qué puedo hacer?"

 

Algunas ideas para quienes acompañan el proceso de alfabetización


 

Hace un par de días me preguntaron cómo ayudar a un chico de siete años para que mejore su lectura en voz alta. Según su maestra, no lee fluido y precisa practicar.

Llegó el momento en que la lectura aparece como guía para medir avances y retrocesos. Llegó el momento de evaluarla. Llegó el momento de la lectura como obligación.  Comienza el vínculo inseparable entre la escuela y los libros. Porque vale decir que -en muchas ocasiones- los libros no aparecen antes de la escuela. Pueden aparecer sí: un regalo de la tía-abuela, un libro ilustrado para mirar que yace tímidamente entre las muñecas y los camiones, pero no como prácticas diarias, cotidianas. No como momentos placenteros (ese ideal de lectura de lxs maestrxs) compartidos con un adulto. Ni siquiera muchas veces como un hacer concreto (Alguien en casa interrumpe tu lectura porque ve que no estás haciendo nada). Muchas veces reducido a esa pausa “antes de que se vayan a dormir”, donde podemos dedicarle(s) el último 10% de batería que nos queda.

En los hogares privilegiados de nuestro país, el niño o la niña cuenta con una biblioteca tipo Montessori, que deja a la vista las tapas de coloridos libros-álbum, con diversas propuestas de un sinfín de editoriales nacionales e internacionales. Allí, entre mullidas alfombras, almohadones con formas o en una silla de tamaño niño, la mamá y/o el papá se sientan a hojear con fascinación o cuidado aquel material estimulante y didáctico, junto al pequeño lector al que le acondicionaron especialmente el espacio. Por qué no alguna “carpa de lectura”, carpa india o tipi.

Volvamos a la realidad. Quiero decir, volvamos al caso de padres y madres trabajando fulltime, conviviendo en pequeños ambientes con uno o dos hijos en edad escolar, donde en algún mueble se van mezclando textos entre los cuales podemos encontrar libros (el de mamá cuando le compraban la colección Billiken, el regalo de la tía-abuela, el que pidieron en la escuela el año pasado). Y un día la maestra le avisa a esa mamá (o papá) que el niño no avanza en su lectura, que apenas un silabeo, que tiene que practicar. La preocupación inunda la consciencia de esos adultos que escuchan a la maestra y piensan ¿qué podemos hacer? Bueno, en resumidas cuentas, vamos a las sugerencias.

“Mi hijo lee trabado” “Mi hija lee muy pausado” ¿Qué puedo hacer?

La mamá prueba practicando palabras segmentadas, combinando consonantes y vocales, separando en sílabas. Bien. Método silábico. Los conocidos aplausos. El niño va practicando en base a la segmentación de la palabra. Puede que esta práctica a la postre redunde en una lectura más veloz, pero aquí, en este ejercicio entre matemático y abstracto ¿dónde está la lectura? Digo ¿Qué se entiende por lectura aquí? En esta actividad la lectura es decodificación, reconocimiento de sonidos (fonemas), mera repetición. ¿Cuál puede ser el problema con la concepción de lectura que sugiere esta práctica? Como tarea (obligatoria) puede generar un displacer totalmente contraproducente para la lectura (fluida).

            Entonces, ¿qué otras alternativas tengo como acompañante en el proceso de alfabetización de mi hijx?

            Presentar la lectura como un juego en parejas o grupal

En principio, concebir la lectura como un momento compartido.

Utilizar libros con pictogramas donde uno “juega” a combinar letras e ilustraciones, y lee.

            Elegir algún libro sin texto, un libro álbum. Utilizarlo como otro tipo de acercamiento a la lectura. Leer las imágenes, en voz alta, interpretar, jugar a descubrir significados, contar uno la historia según lo que va observando.

            No siempre deben ser temas comunes y corrientes (“Pedrito va a tener un hermanito”) o tipos de ilustraciones realistas. Optar por algún libro que les acerque un nuevo mundo, algo por descubrir y descifrar.

            Durante la lectura

         A tener en cuenta lo siguiente. Si tu niñx se lanza a leer, no lo estés corrigiendo constantemente. No interrumpas su lectura. Si querés indicarle el cómo se lee bien, hacélo en otro momento, cuando a vos te toque leer, y a tu hijx, escuchar. Con el tiempo, cuando te escuche y reconozca esa palabra, la incorporará. A nadie le gusta que lo interrumpan y lo corrijan todo el tiempo. Lo que puede suceder es que el lector/a pierda confianza; y no es lo que buscamos.

            Para todo el tiempo

         Paciencia y constancia. Los ingredientes mágicos. No es una tarea fácil y cada niño y niña tiene su tiempo. Muchas veces los maestros y maestras parecen presentar la alfabetización como un proceso natural, como algo que irremediablemente sucede una vez que se comienza a tener contacto con el abecedario, los cuadernos, los libros, la pizarra. Pero no. Leer y escribir es difícil/lleva tiempo porque implica absorber toda una serie de reglas, y esto se hace cuesta arriba si el niño o la niña no tuvo contacto con los libros, las letras, la lectura en voz de sus padres, antes. La idea de la estimulación temprana es también ajena a muchos hogares por desconocimiento, por falta de tiempo o recursos, etc.

            Por último, y muy importante. Tener el o los libros en un lugar visible y accesible. No son adornos ni objetos para atesorar. Se usan, se rompen, se manosean, se gastan, se prestan, se ensucian, se pegan con cinta scotch




Algunos libros de precio accesible con pictogramas y buena calidad literaria:

La colección Había una vez de Loqueleo Santillana de Graciela Montes con distintos ilustradorxs. 

Había una vez un lápiz de Adela Basch y Sara Sedrán, Ediciones Abran cancha.

Algunos libros-álbum con poco o nada de texto y a un precio accesible dentro de todo:

La cosa perdida de Shaun Tan, Editorial Calibroscopio.

De noche en la calle de Angela Lago, Ediciones Ekaké. 

La bruja y el espantapájaros de Gabriel Pacheco, Fondo de Cultura Económica.