sábado, 19 de febrero de 2022

Confieso que he pecado

 

            Una urgencia motivó la búsqueda encarnizada del libro en cuestión. En la era de las guías, los “tips”, los consejos y los tutoriales paso a paso, las soluciones se me ofrecían a diversos costos o en cinco minutos de video. Resulta increíble cuando una se sienta a pensar los epítetos y frases que comienzan a endilgársele a la literatura infantil. Habría que pensar cómo la educación y la literatura se han venido conectando desde el siglo XIX en adelante, y cómo se ha ido instrumentando el cuento de hadas y la fantasía hasta llegar hoy a una publicación como ¿Qué tienes en tu pañal? (Uranito, 2017)  protagonizado por animales de granja.  

            Podríamos ubicar como libro pionero del subgénero “historias sobre caca, pis y pañales” al galardonado El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza de Werner Holzwarth y Wolf Erlbruch publicado por primera vez en 1989. Un cuento escatológico que parece haber nacido con una intención cómica, pero que a la fecha está dentro del catálogo de obras para “naturalizar el hecho de que  todos cagamos”. Estas categorizaciones y etiquetas pululan en las páginas para mamás que cargan con la responsabilidad de sacarle los pañales a sus hijxs. Y como en el niño todo es “soltar” (soltar el chupete, soltar la teta, soltar el título de “hijo único”, etc), se hinchan los estantes de las librerías de historias que pretenden un “acompañamiento respetuoso”. Muchas veces son títulos con una edición espectacular y unas ilustraciones sorprendentes, donde al final no se puede creer que hayan sido hechos para un solo fin.

            Ante la situación de urgencia que me encontraba, cedí. Como mujer de Letras, partidaria del valor estético referenciado por Andruetto en Hacia una literatura sin adjetivos (Comunicarte, 2005), pequé. Buceé en lo más profundo de la literatura infantil instrumentada y compré ¿Qué tienes en tu pañal? de Sandra Grimm, un primo-hermano –por no decir plagio- de ¿Puedo mirar tu pañal? (SM, 2009) de Guido van Genechten. Autor que nueve años antes publica El libro de los culitos (SM, 2000), dejando claro que el negocio de la caca, el pis y el pañal no pasan de moda.

            Podría ser más indulgente conmigo y decir que quise hacer un experimento, una prueba para saber si estos libros -que en el fondo de mi alma detesto- funcionan. Pero no fue afán científico-pragmático, fue una urgencia*. Creer que este tipo de productos (¡y qué horrible llamar así a un libro!) solucionará casi de inmediato la necesidad de que  mi hija deje el pañal… pero como escribió Despentes (2006) “un  buen consumidor, es un consumidor inseguro”, y yo nunca estuve segura de que mi hija podría ir al baño por su cuenta en el corto plazo. Pensaba que el desarrollo lingüístico estaba asociado a la madurez de estos hábitos, pero a la vez escuchaba testimonios de “suelta precoz de pañal” y me intranquilizaba. Creo que lo mismo me ocurrió cuando escuchaba testimonios de mujeres que parieron inesperadamente, que rompieron bolsa y ni se dieron cuenta, que prácticamente escupieron al crío. Claramente no fue mi caso. Volvamos al libro.

      La narrativa predominantemente dialogada de ¿Qué tienes en tu pañal? no tiene lugar a metáforas, apenas si se percibe un sentido figurado. La premisa en sí, una vez finalizada su lectura es “No uses pañal porque cuando cagás olés mal y fastidiás al resto”. Estos animales “apañalados” que participan de la historia defecan heces diversas y tienen en común la fetidez. De inmediato pensé que -salvo que yo lo forzara con entusiasmo- mi hija no percibe ese olor como algo negativo, no lo rechaza. Entonces, no podría esta premisa motivar que abandone el pañal.

            Lo cierto es que lo compartí con ella, lo leí animosa, haciendo la voz y los gestos de cada animal pero sin pasión, sin disfrute ¿Quién puede leer con ternura y entusiasmo un libro que está pensado para un solo y único objetivo? ¿Qué se disfruta de estos libros-guía? ¿Sólo el resultado? Cuando efectivamente dejan los pañales ¿se abandona su lectura? ¿Se hereda? ¿Se revende en el mercado de las soluciones inmediatas? No había nada que descubrir, ni nada de qué impresionarse porque ciertamente todxs cagamos. Nunca fue el elegido de las noches, ni el que se llevaba en la mochila para el viaje.

            La maestra Graciela Montes escribía con benevolencia sobre las categorizaciones por edad y el carácter utilitario que la escuela le ha dado a los libros (Lugar Editorial, 2001). No crean que ella no sucumbió a los abismos de “historias sobre caca, pis y pañales”. En 2001 publicó Federico se hizo pis (Sudamericana) con ilustraciones de Legnazzi. Dos grosas ¿trabajando a demanda del mercado? Tanto el texto como las ilustraciones arden en el fuego de la literalidad.

            Para concluir, creo que así como se aprende a leer literatura, se aprende a ir al baño ¿Qué es lo necesario? Tiempo, sobre todo. Y compañía, alguien que esté ahí cerca para decirte, comentarte, preguntarte, escucharte. No existe algo más fuerte que nosotras mismas arengando ad infinitum, contra todas las presiones y las autoexigencias. Sentaditas esperando que venga el pis o la caca. Sentaditas conociendo historias de brujas, tomando contacto con las palabras, sabiendo dar vuelta la página con amor, con suavidad. Sabiendo cómo se tira la cadena, cómo limpiarse después. Me llevo todo el crédito de la superación de los pañales porque mientras yo pasaba el trapo al piso, en la biblioteca descansaban, indiferente, el conejo Quique y sus amigos.

 

 

*En otro momento podríamos discutir qué son urgencias para la madre de una niña de 3 años en el siglo XXI.